O SALVO!
Querido lector, ¿es esta tu triste condición? Aunque advertido del
juicio venidero, y exhortado a escapar para tu vida, todavía ¡no eres salvo!
Conoces
el camino de la salvación, lo has leído en la Biblia, lo has oído
predicar desde el púlpito, te ha sido explicado por amigos; y sin
embargo, lo descuidas, y por consecuente no eres salvo. No tendrás excusa cuando el Señor te juzgará.
El Espíritu Santo ha bendecido la palabra que te fue predicada, y tiempos de refrigerio han venido de la presencia del Señor, y sin embargo todavía permaneces sin Cristo.
Todas estas sazones llenas de esperanza han venido y se han ido, «tu siega pasó, tu verano terminó,» y, a pesar de eso, no eres salvo.
Los años han entrado uno tras otro en la eternidad, y tu último año
pronto estará aquí: tu juventud se ha ido, el resto de tu vida se va, y,
sin embargo, no eres salvo.
Permíteme preguntarte: ¿Deseas en verdad ser salvo?
¿Hay alguna probabilidad de que esto se realice? Ya han pasado las
sazones más propicias y tú quedaste sin ser salvo. ¿Podrán otras
circunstancias cambiar tu posición?
Todos los medios utilizados
no han logrado convencerte: ni aun dio resultado el mejor de todos los
medios, aunque fue usado con perseverancia y con el más profundo afecto.
¿Qué más puede ser hecho en favor de ti? La aflicción y la prosperidad
no te han impresionado; las lágrimas, las oraciones y los sermones se
han desperdiciado en tu estéril corazón.
¿Podemos todavía creer
que alguna vez llegues a ser salvo? ¿No es, en realidad, más que
probable que quedarás impenitente hasta que la muerte cierre la puerta
de la esperanza? ¿Te espanta este destino? Sin embargo, esta suposición
es la más razonable: con toda probabilidad, el que no es lavado en medio
de tantas aguas seguirá siendo sucio cuando venga su fin.
Si el
tiempo oportuno nunca ha llegado, ¿por qué ha de llegar alguna vez? Es
lógico temer que nunca llegue y que, como Félix, no encontrarás ninguna
oportunidad favorable hasta tu muerte. ¡Medita cuidadosamente en la
muerte, y en la terrible probabilidad de que tu existencia llegue pronto
a su fin!
Querido lector, si mueres sin Cristo, no hay palabras
que puedan describir esta desgracia. Tu espantoso estado habría que
describirlo con lágrimas y sangre y habría que hablar de él con gemidos y
crujir de dientes, porque «sufrirás pena de eterna perdición, excluido de la presencia del Señor y de la gloria de Su poder.»
Que
mis palabras provoquen en ti una seria reflexión. ¡Oh! sé sabio, sí, sé
sabio a tiempo: antes de que un nuevo año comience, cree en Jesús,
porque sólo Él puede salvarte. Consagra estas últimas horas a una íntima
reflexión: un profundo arrepentimiento sería un buen resultado, y una
fe humilde de Jesús sería aún mejor.
¡Oh, procura que no termine
este año sin ser perdonado! ¡No dejes que te sorprenda la campana de
medianoche, mientras que tu corazón está desprovisto de alegría! Ahora, ahora, AHORA, cree y vive.
«Escapa por tu vida;
No mires tras ti,
Ni pares en toda esta llanura;
Escapa al monte,
No sea que perezcas.»
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