«Permaneced en Mí.» (Juan 15:4)

«Permaneced en Mí.»



A COMUNIÓN con Cristo es una segura cura para todos los males. Ya se trate del ajenjo de la tristeza o de la embriaguez de los placeres terrenales, la íntima comunión con el Señor Jesús quitará la amargura del uno y el exceso de la otra.

Oh cristiano, vive cerca de Jesús, y será un asunto de secundaria importancia si vives en el monte del honor o en el valle de la humillación. Vive cerca de Jesús, y estarás cubierto con las alas de Dios, y «por siempre te sostendrá entre Sus brazos».

Que nada te aparte de la comunión sagrada, pues es el privilegio único de una vida escondida en Cristo. No estés satisfecho con una entrevista de vez en cuando, sino buscad siempre mantener Su compañía, ya que sólo en Su presencia hallaréis consuelo y seguridad.

Jesús no debiera ser para nosotros un amigo que nos visita de vez en cuando, sino Uno con quien andamos siempre.

Oh viajero en pos del cielo, tú tienes un camino difícil delante de ti: mira, pues, que no vayas sin tu Guía. Tú tienes que pasar por el horno de fuego; no entres en él a menos que, como Sadrac, Mesac y Abed-nego, tengas al Hijo de Dios como tu Compañero.

Tú tienes que tomar por asalto los muros de Jericó de tu corazón corrupto. No entres en batalla hasta que, como Josué, veas al Capitán de la hueste del Señor con Su espada desenvainada en Su mano.

Tú tienes que encontrarte con el Esaú de tus muchas tentaciones. Como Jacob en el arroyo de Jaboc, no vayas a su encuentro hasta que te hayas asido del ángel y prevalecido.

En todos los casos y en todas las condiciones, tú necesitas a Jesús; pero de una manera especial lo necesitarás cuando las férreas puertas de la muerte se abran para ti. Mantente cerca del Capitán de tu salvación, descansa en Su brazo poderoso, y pide que te refresque con Su Espíritu, y al final serás encontrado de Él, sin tener «mancha ni arruga ni cosa semejante.»

Ya que tú has vivido con Él y en Él aquí, permanecerás con Él para siempre.

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