AY
DIVERSAS clases de vanidad. La tapa y las campanas del bufón, los
placeres del mundo, el baile, la lira y la copa de los disolutos: todas
estas cosas tienen fama de ser vanidades; ellas ostentan en sus
frontispicios sus nombres y sus títulos. Sin embargo, mucho más traicioneras son aquellas cosas igualmente vanas: «el afán de este siglo y el engaño de las riquezas.» Un hombre puede seguir la vanidad tan ciertamente en el banco como en el teatro. Si emplea su vida en acumular riquezas, entonces está pasando sus días en un vano espectáculo. A menos que sigamos a Cristo y hagamos de nuestro Dios el gran y único objetivo de nuestra vida, sólo en apariencia nos distinguimos de los más frívolos. Está claro que tenemos mucha necesidad de la oración de nuestro texto de meditación: «Avívame en Tu camino.» El salmista confiesa que está torpe, tedioso, inactivo, casi muerto. Quizás, querido lector, tú te sientas lo mismo. Estamos tan perezosos que, aparte del Señor, ni aun los mejores incentivos nos pueden avivar. ¿Qué? ¿No me avivará el juicio divino? ¿Puedo pensar en que moriré, y luego compareceré delante de Dios, después de haber sido indolente en el servicio de mi Maestro? ¿No me avivará la destrucción? ¿Puedo pensar en los pecadores que perecen, sin ser, no obstante, avivado? ¿No me avivará el Paraíso? ¿Puedo pensar en la recompensa que aguarda a los justos, y permanecer indiferente? ¿No me constreñirá el amor de Cristo? ¿Puedo pensar en Sus heridas, puedo sentarme al pie de Su cruz, sin enardecerme con fervor y celo? ¡Parece que sí! Una mera reflexión no será suficiente para avivar nuestro celo: Dios mismo tiene que hacerlo, de ahí el clamor: «Avívame en Tu camino.» Con todo su corazón y toda su alma, el salmista exhala en vehemente intercesión, su cuerpo y su alma se unen en la oración. «Aparta mis ojos,» dice el cuerpo; «Avívame,» exclama el alma. Esta es una oración apta para todos los días. Oh Señor, escúchala en mi caso esta noche. |
La maldad y la injusticia del mundo y su gente son una carga muy pesada para nosotros los hijos de Dios, hacen casi imposible nuestra estadia aqui,( aunque estemos solo temporalmente). Para poder sobrevivir tenemos que enfocar nuestros ojos, pensamientos y acciones en Jesucristo, quien es nuestra ALEGRIA, y nuestra razon de vivir. Permanezca el AMOR de Jesucristo en nosotros.
Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en Tu camino.» (Salmo 119:37)
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