Bastale al discipulo ser como su Maestro

«Bástale al discípulo ser como su Maestro.»
(Mateo 10:25)     «Bástale al discípulo ser como su Maestro.»

NADIE se atreverá a discutir esta afirmación, pues sería impropio que el alumno se elevara por encima de su Maestro.

Cuando nuestro Señor estaba en la tierra, ¿cómo era tratado? ¿Fueron reconocidas Sus llamadas, fueron seguidas Sus instrucciones, fueron adoradas Sus perfecciones, por aquellos a quienes Él vino a bendecir? No. Más bien, fue «despreciado y desechado entre los hombres.» Afuera del campamento fue Su lugar, llevar la cruz fue Su ocupación.

¿Le proporcionó el mundo algún solaz y descanso? «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar Su cabeza.» Esta inhóspita tierra no le ofreció refugio alguno, sino Lo echó fuera y Lo crucificó.

Querido lector, si eres un seguidor de Jesús, y mantienes una conducta consecuente y cristiana, tienes que anticipar la persecución y el rechazo aquí abajo. Tu testimonio cristiano siempre estará bajo la observación de los hombres, escudriñado y criticado.

Serás tratado como mismo lo fue el Salvador: ellos te despreciarán. No imagines que los mundanos te admirarán, o que mientras más santo y semejante a Cristo seas, las gentes te tratarán con más consideración y más bondad.

Si no estimaron la joya pulida, mucho menos ellos apreciarán el valor de la piedra bruta. «Si al Dueño de la casa Lo han llamado Beelzebú, ¿cuánto más a los de Su familia?» Si somos más semejantes a Cristo, seremos más odiados por Sus enemigos.

Es un triste deshonor para un hijo de Dios ser el favorito del mundo. Es un mal presagio el oír que el mundo malvado aplaude y le dice al cristiano: «¡Muy bien!» En ese caso bien puede el creyente examinar su propio carácter y preguntarse si no ha estado haciendo algo malo, cuando los injustos le están dando su aprobación.

Seamos leales a nuestro Maestro, y no tengamos amistad con un mundo ciego y vil que desprecia y rechaza a nuestro Salvador. Lejos de nosotros el buscar una corona de honor donde nuestro Señor encontró una corona de espinas.

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