«Os es necesario nacer de nuevo.» (Juan 3:7)

A REGENERACIÓN un tema que está en la base misma de la salvación: tendríamos, pues, que ser muy diligentes en considerar si realmente hemos «nacidos de nuevo», porque hay muchos que imaginan haber pasado por esta experiencia, pero en realidad no es así. Estimado lector, ten por cierto que llevar el nombre de cristiano no es lo mismo que ser un cristiano; y que el haber nacido en una nación cristiana, y el haber sido reconocido como uno que profesa la religión cristiana no significa nada, a menos que a esto se añada algo más. El «nacer de nuevo» es tan misterioso que las palabras humanas no lo pueden describir. «El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.» Sin embargo, es un cambio que se conoce y se siente: se conoce por las obras de santidad, y se siente por la experiencia de la gracia. Esta es una gran obra sobrenatural. No es una operación que el hombre pueda ejecutar por sí mismo. Se nos comunica un nuevo principio que obra en el corazón, renueva el alma, y afecta a todo el hombre. No es un simple cambio de nombre, sino una renovación de mi naturaleza, de modo que yo ya no soy el hombre que solía ser, sino un nuevo hombre en Cristo Jesús. Lavar y vestir a un cadáver es una cosa muy diferente a hacerlo vivir: el hombre puede hacer lo uno, pero sólo Dios puede hacer lo otro. Si tú entonces, has «nacido de nuevo», podrás decir: «Padre Eterno, Tú eres mi Padre espiritual. Si Tu Espíritu no hubiese soplado dentro de mí hálito de vida nueva y santa, habría permanecido “muerto en mis delitos y pecados”. Mi vida celestial procede enteramente de Ti: a Ti la atribuyo. “Mi vida está escondida con Cristo en Dios.” Puedo decir: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.”» Que el Señor nos dé toda la seguridad que necesitamos sobre este punto vital, pues no estar regenerado, es no estar salvado, ni perdonado, y sin Dios y sin esperanza.