«Pongo en Sion la principal Piedra del ángulo, escogida, preciosa.» (1 Pedro 2:6)



 
OMO todos los ríos van al mar, así todas las delicias se concentran en nuestro Amado, el Señor Jesús.

Los fulgores de Sus ojos sobrepasan a los del sol; la belleza de Su rostro es superior a la de las más selectas flores; ninguna fragancia iguala al hálito de Su boca. Las gemas de las minas y las perlas de la mar son sin valor cuando se comparan con Su preciosidad.

El apóstol Pedro nos dice que Jesús es la Piedra «escogida y preciosa», pero él no dijo ni podía decir cuán precioso es: tampoco podríamos nosotros calcular el valor del inefable don de Dios Las palabras no pueden expresar la preciosidad del Señor Jesús para Su pueblo, ni decir plenamente cuán indispensable es Él para la satisfacción y la felicidad del mismo.

Oh creyente, ¿no has experimentado mucha hambre, aun en medio de la abundancia, si tu Señor estuvo ausente? El sol resplandecía, pero como Cristo se ocultó, todo el mundo se obscureció para ti; o era de noche, pero como «la Estrella Resplandeciente de la Mañana» había desaparecido, ninguna otra estrella dio siquiera un rayo de luz.

¡Qué espantoso desierto es este mundo sin la presencia de nuestro Señor! Si alguna vez Él se oculta de nosotros, se marchitan las flores de nuestro jardín; decaen nuestros frutos agradables; los pájaros suspenden sus canciones, y una tempestad derriba nuestras esperanzas.

Todas las velas de la tierra no podrían producir la luz del día si el «Sol de Justicia» se eclipsara. Él es el Alma de nuestra alma, la Luz de nuestra luz, la Vida de nuestra vida.

Querido lector, ¿qué harías en este mundo sin Él? ¿Qué harías sin Él, en la mañana, cuando despiertas y ves delante el combate del día? ¿Qué harías sin Él, en la noche, cuando llegas al hogar desalentado y cansado, si no hubiese una puerta de comunión entre tú y Cristo?

¡Bendito sea Su nombre! Jesús no permitirá que quedemos abandonados a nuestra triste suerte, porque Él nunca abandona a los Suyos. Sin embargo, que el pensamiento de cómo sería la vida sin Él, realce en nosotros Su preciosidad

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